La cintura y lo demás
Unas caderas derrumbadas en la cama
derrotadas y maduras
blandas como una pera horizontal;
dulces, chorrean sudor y miel
y sal y vino y agua.
Unas caderas azotadas
por la inclemencia del tormento
que las hunde en mar blanco de sábanas,
que las consume hasta reducirlas
a cenizas, polvo, tierra.
Unas caderas que no son mías, que son de nadie
Unas caderas sin nombre,
montañas de plata a luz de luna.
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